La emboscada de Culiacán, que costó la vida a varios soldados que conducían al hospital a un delincuente, ha encendido el discurso del secretario de la Defensa con palabras inusualmente duras.
El meollo del asunto
Hay en esas palabras un timbre de hartazgo, el sentimiento de estar pagando un alto precio de riesgo y sangre sin que esto conmueva a su sociedad, solidarice a los medios ni induzca a los políticos a legislar lo que los militares piden hace años: un código de seguridad interior, que norme su actuación como fuerza sustituta de la seguridad pública.
La intolerancia de la opinión pública a la violación de derechos humanos es mucho mayor hoy que al principio de esta triste guerra. Esa intolerancia no hará sino crecer, pues es parte de una sensibilidad global de la que México es protagonista obligado...
La brutalidad progresiva del crimen organizado no hace sino exacerbar la tentación de darle respuestas brutales.
Aquí la columna
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