Puede que la súbita muerte de la gran Debbie Reynolds mientras preparaba el funeral de su hija, Carrie Fisher, sea esa muestra del amor filial que según aireó la propia Carrie en su novela autobiográfica Postales desde el cielo (1987) su madre nunca sintió por ella,
relata el diario español El Mundo
No hace falta ser el doctor Freud para saber que cuando su padre, el actor y cantante Eddie Fisher, las abandonó en 1959 para irse tras Elizabeth Taylor en medio de uno de los escándalos más sonados del Hollywood de la época, Carrie, a la sazón una niña de cuatro años, buscó en ella un afecto que Debbie, despechada con Eddie, brindó a Harry Karl, un magnate del calzado con el que se casó en 1960.